Cuando un niño parte, no se apaga su luz: florece en el cielo

Alixon la princesa del joropo de la fundación abraza un sueño ha partido al cielo

Una historia que comenzó con un sueño

Madre y Alixon Fundacion Abraza un Sueño

Alixon era apenas una niña pero partió hace poco, dejando un vacío profundo… pero también una certeza que nos sostiene: su vida tuvo sentido, y su sueño no se detuvo.

En FAUS hemos acompañado a muchos chiquitines que han emprendido el viaje hacia la Casa del Padre. Y aunque lo sabemos, aunque creemos, nunca estamos realmente preparados. La mente no comprende del todo que un niño que apenas empieza a vivir deba partir. El alma se resiste. El corazón se rompe.

Acompañar de cerca el dolor de sus familias, especialmente el de sus madres —que suelen ser sus cuidadoras, su casa, su refugio— es una experiencia que no cabe en palabras.  

La vida puede cambiar en un segundo.

Y sin embargo, seguimos haciendo planes para después. Postergamos abrazos. Guardamos palabras que no dijimos. Nos apegamos a lo material como si eso nos asegurara algo. Pero no lo hace.

Porque la verdad —la más honda y la más liberadora— es que nuestra meta no está aquí.
Nuestra meta es el cielo.

Ese lugar donde ya no hay dolor. El lugar de las auténticas certezas, donde solo hay plenitud.
Una primavera eterna que no se marchita.

Es por eso que cumplir sueños aquí, ahora, importa tanto. Porque no hay tiempo. Porque cada momento es único. Porque cada niño merece vivir al menos un instante de alegría que le recuerde que su vida tiene sentido, incluso en medio del dolor.

Darle forma a sus sueños es tocar un pedacito de cielo con ellos.

Y aunque la despedida duela, su luz no se apaga…
Se multiplica en nosotros.

En lo que hacemos. En cómo amamos. En cómo decidimos vivir el hoy con propósito.

Una Esperanza que Vence a la Muerte

San Juan Pablo II  resume el tema de la muerte en una palabra: esperanza. No se trata de negar la realidad de la muerte o de minimizar su drama, sino de situarla en el contexto más amplio de la victoria pascual de Cristo. La muerte sigue siendo «el último enemigo», pero un enemigo ya vencido.

Esta esperanza no es ilusión o autoengaño, sino la respuesta de fe al amor de Dios revelado en Cristo. Es la convicción profunda de que «ni la muerte ni la vida… podrán separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús» (Rom 8, 38-39).

La muerte, vista desde esta perspectiva, no es el final de la historia, sino su verdadero comienzo. Es el momento en que la fe se transforma en visión, la esperanza en posesión, y el amor en comunión perfecta con Dios.

 

¿Y tú qué sentido le estás dando a tu vida hoy?

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Y si quieres ser parte de la próxima historia  abrazá un sueño con nosotros. 

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